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25 de marzo de 2007

Tela para cortar // La ley de talles

Hace 300 mil años los hombres y las mujeres del periodo Paleolítico cubrían sus cuerpos con pieles a manera de taparrabos. Con el avance de los glaciares debieron refugiarse en las cavernas naturales para poder soportar los crueles fríos y tuvieron que idear nuevos abrigos. Con astillas pulidas de hueso crearon la aguja y cosieron sus prendas para todo el cuerpo. Al retirarse los glaciares buscaron climas más templados y comenzaron a emplear la lana de animales para la confección de tejidos que reemplazaron a las pieles. Nadie, entonces, sabía de la tiranía del small ni de la condena del extra large.


En pleno siglo XXI la confección de indumentaria y el universo de la moda son dos de los más importantes negocios del mercado mundial. Los cuerpos ya no se cubren con el único fin de la protección: en la vestimenta actualmente se juegan muchos factores que tienen que ver con el gusto, las formas, la identificación, la pertenencia, el poder y la seducción.
Hay quienes le prestan mucha atención a la ropa y otros que le dan la importancia justa y necesaria. Las mujeres son sin duda el género más esclavo del arte del vestir, y el talle, un enemigo acérrimo.
La escasa variedad de talles y la confusa diferencia de ellos según la marca, señala una contradicción y se convierte, para muchas mujeres, en motivo de conflicto a la hora de comprarse ropa.
La preocupación llegó al Congreso, por eso, en el mes de diciembre comenzará a regir en la provincia de Buenos Aires la Ley 12.665 conocida como Ley de Talles, que establece que los comercios que vendan ropa de mujer deberán tener en existencia todos los talles correspondientes a las medidas antropométricas de la mujer adolescente, de las prendas y modelos que comercialicen y ofrezcan al público. También reglamenta una serie de multas que van de los 100 a los 10.000 pesos, para los comerciantes que no cumplan con este requisito. Las actuales denominaciones: s (pequeño), m (medio), l (grande) y xl (extra grande), serán reemplazadas por números, que se definirán en las reuniones que llevará a cabo la Dirección Provincial de Comercio con distintas cámaras empresarias.
“Argentina es uno de los países que más falsifica los talles de la ropa. Este es un tema que preocupa y sensibiliza a muchas jóvenes, que piensan que son gordas porque usan talles grandes, que en realidad no son tales porque que están mal marcados”, cuenta el doctor Eduardo Cormillot.
En la posmodernidad, los medios de comunicación y la publicidad son señalados como los grandes ideólogos de la cultura de la belleza perfecta y el consumo feroz. Cuerpos delgadísimos y prendas mínimas son el cóctel perfecto para que las mujeres, adolescentes en su mayoría, pongan en riesgo algo invalorable como la salud.
Muchos médicos atribuyen el origen de enfermedades como la bulimia y la anorexia, a los estándares de la moda impuestos desde las cámaras, las gráficas y las vidrieras, que han ido encarnándose en la sociedad y haciendo estragos entre los más jóvenes. Si bien estas no son las únicas razones por las que este tipo de afecciones crece desmesuradamente, el parámetro de belleza como sinónimo de éxito deseoso de alcanzar por muchas adolescentes, las lleva a desarrollar hábitos alimenticios negativos.
Cormillot cree que la nueva ley es una muestra de cordura y sensatez, que quizás ayude a disminuir el problema que tienen muchas chicas con el cuerpo, pero que no es la solución. “El cambio tiene que ser integral, una toma de conciencia generalizada, si una marca importante y elegida por la juventud hiciera campaña a favor de la variedad de los talles, muchas otras se sumarían”, asegura el doctor.
Desde la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), el Secretario de Interior, Jorge Carlos Bizet, dice que la ley es imperfecta, ya que no especifica los parámetros para la confección de lo que la ley llama todos los talles. Según Bizet es imposible aplicar lo que exige, ya que los costos de producción tienen mucho que ver con los talles. “Deberían permitir que los comercios o las industrias decidan vender en base a un target definido, para generar certezas a la producción y oferta comercial.”
Cormillot no opina lo mismo:“Que los comerciantes se opongan a vender determinados talles es una decisión idiota y socialmente irresponsable”.
Abierto el debate, hay algo en lo que todos coinciden y es en la responsabilidad social necesaria para combatir los problemas de conducta alimenticia y salud que acarrea ser una sociedad de consumo. Una sociedad donde se crean paradigmas de belleza que gran parte de las personas adoptan aún de manera impuesta y en la que los más influenciables son los jóvenes.
Bizet asegura que desde el sector industrial hay intención de colaborar en esta cruzada, que según la ex diputada radical María del Carmen Banzas, autora del proyecto, pretende atacar mayormente la bulimia y la anorexia causadas por la imposición de estereotipos estéticos definidos por el mercado. “La lucha debería ampliarse a la familia, la escuela, la publicidad y los medios de comunicación”.
Los especialistas estiman que una de cada diez adolescentes argentinas sufre algún desarreglo alimenticio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el índice de mortalidad por bulimia y anorexia en el mundo es de un 15 por ciento, siendo el 90 por ciento mujeres. Según la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), en Argentina las estadísticas triplican a la de los Estados Unidos.
La ley de talles es la punta del ovillo de una problemática tan actual como conflictiva, donde los intereses económicos, el negocio de la moda, la escasa contención familiar, el impacto de los medios sobre la sociedad y la obsesión por la belleza perfecta se conjugan de manera tal que las personas padecen, cada vez más, trastornos de salud peligrosos. Si bien en estas enfermedades se juegan muchos factores mas allá de la ropa, hay una relación bastante estrecha entre la falta de talles y la preocupación femenina por revelar u ocultar el cuerpo, y el papel que juegan los diseñadores de indumentaria para mantener el actual modelo estético cultural. “Estoy de acuerdo en que hay que hacer algo para mostrar una imagen más democrática de la mujer, más armónica con la realidad. Quizás creativamente se puedan encontrar propuestas y soluciones”, comenta el prestigioso diseñador Martín Churba.

La normalización de los talles parece ser el primer eslabón de una cadena que no debería hacer diferencias de sexo, edad, ni ubicación geográfica. Es un buen comienzo si se implementa de manera clara y a favor del bien común. Puede contribuir seguramente a generar una conciencia colectiva relacionada con el cuidado de la salud y la desmitificación del modelo que intenta vender continuamente el mercado, en pos del consumismo.

Volver a los orígenes
La socióloga de la moda Susana Saulquin menciona en su ensayo El vestido como metáfora de poder, algunos conceptos más que interesantes en relación al cambio de significado que sufrirá la vestimenta en las próximas décadas: “El vestido de moda con sus cambios permanentes, transformado en signo, consumido vorazmente y fetiche de la sociedad industrial, se desembaraza hacia el fin de siglo y de milenio de condicionamientos y mandatos sociales y, cumple el destino augurado por estetas y artistas a comienzos de la modernidad”. Según Saulquin, el vestido producto-moda digitado por el parecer social y en la actualidad masificado, pasará a convertirse en producto-indumentaria digitado por el parecer individual, al tomar protagonismo su valor de uso en detrimento de su valor de cambio. Recuperando así, el lugar que tenía en las antiguas organizaciones tribales.

Para revista BK. julio-agosto 2005